viernes, 14 de agosto de 2009
Expropiación de derechos
NACO CUCA
Expropiación de derechos
Como están todos los lectores del NACO CUCA, estoy impactado de oír las estupideces de Molinar Horcasitas. Como se atreve el ex director del IMSS a decir que las guarderías subrogadas se encuentran en perfectas condiciones, que fuma, grifa o se mete de la fina, que no mama Molinar Horcasitas.
Si dice que no están bien las guarderías estaría negando el negocio de su vida, en que están bien las guarderías que opera el IMSS y el ISSTE.
En otro tema, la suprema corte de justicia, después de 11 años y medio, 20 indígenas de la comunidad de Actial Chiapas fueron liberados.
Que no regresen a Chinalo, no deben regresar a su comunidad, ordena el gobierno de Chiapas.
Los mandan a dormir a un hotelucho, necesitan la paz que se vive en la comunidad de Chinalo.
Los siguen tratando como delincuentes.
Esta condena no puede quedar impune, es lo de siempre, negligencia del gobierno.
No les pueden pedir disculpas a estos indígenas y nada mas, las autoridades deben de pagar su ineptitud.
El problema esta en la cantidad de contradicciones del gobierno, pruebas inventadas, estos indígenas no hablan español, nunca tuvieron un representante que hablara su lengua. Los indígenas son inocentes, no se les permite regresar a su tierra, otros indígenas siguen en la cárcel, cual es su culpabilidad.
Condeno la mediocridad, expropiaron los derechos de estos indígenas. No tienen mama.
Necesitamos urgente nuevas reformas en materia de justicia.
En otra nota julio Cesar Godoy esta buscado con orden de aprensión, por la PGR, exige la PGR que se presente. Tal vez vamos a tener un senador narco.
Su hermano, el gobernador de Michoacán tampoco sabe donde esta.
En este México hay privilegiados.
No le tienen que otorgar el fuero a este delincuente. Miembros de su partido que es el PRD lo apoyan, insisten en que tome su puesto. Que ladren esos diputados y senadores del PRD.
En nuestro país hay Mexicanos de primera y de segunda, los de primera son los intocables, el presidente, los políticos, senadores y gobernadores, la famosa elite dorada. Los de segunda somos todos los lacayos o sea nosotros.
El país se ha ido al diablo, nadie puede saber lo que se planifica, necesita el gobierno articular la democracia, espero que exploten la educación.
No tenemos Pas, cumplimos 200 años como nación, es nuestro año de gloria y tardaremos dos años luz para volver a vivir la gloria.
Como están queridos soy su amiga LILY NILY este es el ultimo suspiro del genial Malcolm Lowry.
El último trago de Lowry
Viaje al Cuernavaca de 'Bajo el volcán'
Crearse un infierno para luego escribirlo -que es la definición de la vida de Malcolm Lowry en México- podría servir también para mis relaciones amorosas. La penúltima vez que vine a la ciudad de Bajo el volcán, Cuernavaca, fue tratando de presionar a una mujer cuatro años menor que yo para que dejara por un fin de semana la casa de su madre. La esperé sobre una cama de hotel que crujía, sobresaltado por los cambios de voltaje del minibar, y escribí lo que, después, se convertiría en un cuento y, más tarde, en una novela. Esa primera vez, en 1989, noté lo que Malcolm alucinó: los volcanes míticos, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, el guerrero y su mujer dormida, no se ven desde Cuernavaca. Entre la contaminación porque los autos se taponan en las callejuelas -la ciudad colonial debería ser, toda, de peatones pero, hasta en el cementerio hay un letrero como los que divertían tanto a Lowry: "Prohibido andar en bicicleta entre las tumbas"-, digo, entre el humo de la combustión que exige ir en auto a una cuadra de distancia, las casas y los árboles, uno no sabe que está bajo un volcán. Además, Malcolm los describió demasiado cerca. Hay que salir de la ciudad para verlos.
En el tiempo en que Lowry llegó -18 de noviembre de 1936, tras desembarcar en Acapulco-, la ciudad era más plana
-tenía menos de ocho mil habitantes, muy lejos de los más de 300.000 de ahora- y se veía un volcán, pero no creo que haya exagerado la violencia a flor de piel de esos años: después de todo había pasado apenas una década del asesinato de Zapata y la destrucción de su ejército campesino en Cuernavaca y todo Morelos. Ahora, a la entrada de la ciudad está la estatua del caudillo de la tierra y la libertad, justo donde Lowry imaginó una imposible efigie de Victoriano Huerta, el general golpista que provocó que se levantara contra él el resto de México y no sólo los zapatistas. No hay estatuas de Huerta en ningún sitio. Como no hay de Hernán Cortés. En Bajo el volcán, Lowry describe un rencor de los mexicanos hacia los extranjeros: ubica la trama en el año en que Cárdenas nacionalizó el petróleo de las compañías británicas y gringas -1938- pero él vivió en México con la llegada de los refugiados españoles de la Guerra Civil, por lo que Hugh, el medio hermano del ex cónsul borracho -por eso es "ex", por la ruptura de relaciones diplomáticas con Gran Bretaña- alucina que lo detendrán por "judío o comunista". Probablemente Lowry se hubiera divertido al saber que los comunistas españoles -y más tarde, los judíos perseguidos por el nazismo- estaban llegando a la ciudad de México en tandas. Conquista española y Guerra Civil española. Creo entender por qué Lowry pensó que los mexicanos y los europeos tienen un amor torcido. También yo lo pienso.
Otro detalle conmovió a Lowry: el Palacio de Maximiliano en Cuernavaca, el lugar de descanso del emperador Napoleón III en México que llegó a tratar de aprender español, a congraciarse con la élite de oropel, y terminó fusilado por Benito Juárez en el Cerro de las Campanas. En 1989 yo tenía planeada una visita al Palacio que es de color naranja y techo de tejas, con un pequeño lago donde nadan los patos. Y, como digo, la esperé todo el día y nunca llegó. Los amantes distanciados que Lowry vio en los volcanes, en las guerras mexicanas, y en su propia separación, en Cuernavaca, de la actriz frustrada Jan Gabrial, la viví, en carne viva, a los 21 años. No me dio por beber -bueno, un poco- y tampoco hice Bajo el volcán. Pero sobreviví. Y no la mandé fusilar. Tampoco se llamaba Jan.
Cuento todo esto porque estoy yendo por tercera vez a Cuernavaca en estos días en que los borrachos del mundo celebran el centenario de Malcolm Lowry. La anterior vez fue en 2003 cuando empezó la destrucción del Casino de la Selva, hotel en el que comienza la novela con Jacques Laruelle y el doctor Arturo Vigil hablando de la mala suerte del ex cónsul británico, Geoffrey Firmin, y su ex esposa, Ivonne. El Casino de la Selva estaba abandonado desde los años en que Malcolm Lowry lo frecuentó: no se apostaba -Cárdenas era enemigo del azar-, la alberca estaba sucia con hojas e insectos, las canchas de tenis invadidas por la hierba. Así lo conocí de niño, como un vestigio de un esplendor que sólo prometió. Pero en 2003 lo demolían para construir un centro comercial. La batalla por un lugar histórico -adentro del Casino de la Selva estaba habitado por murales sobre la conquista española- en contra del gran capital era digna de un discurso del hermano comunista del ex cónsul en Bajo el volcán. Fue cuando me lancé a ver qué ocurría. La construcción detenida por los manifestantes, la policía acechando, todo el mundo hablando en términos lowrianos: el pasado rebrota para vengarse del presente o, en palabras más nuevas, la lucha era de la cultura contra el dinero. La policía de Cuernavaca y Morelos actuó como si los que protestaban fueran guerrilleros zapatistas: los golpeó y encarceló. Entre ellos a varios pintores, actores, cineastas, profesores universitarios. La ciudad quedó sonámbula tras la entrada policiaca, pasmada. Al final, el motín esperado por todos no sucedió: los presos fueron liberados y se levantó una grotesca bodega de Cotsco en cuyo extremo hay un jardín muy cuidado y el mural restaurado, todo con el dinero del centro comercial. Una solución política, como si el matrimonio de Lowry y Jan en Cuernavaca hubiera llegado a un acuerdo: él sólo se puede emborrachar el fin de semana y ella abandonarlo cada seis meses.
Vengo ahora a la soleada Cuernavaca a rendirle un homenaje a Lowry. Muchas de sus cantinas han desaparecido, convertidas en oficinas, hoteles, cafés Internet. La Cuernavaca del centenario de Malcolm es la de las casas de campo con alberca, donde los indios son los jardineros o las recamareras de los hoteles. Pero, también, la de la clase media que compró hace tres décadas las casas abandonadas de la zona colonial.
En el número 62 de la calle de Humboldt sigue escasamente en pie la ebria casa que habitaron Lowry, Jan y, por unos días, Conrad Aiken, el envidioso escritor que usó el alcohol para separarlos. A la casa blanca con óxido por todos lados le crecen enredaderas como cascadas. Tiene dos pisos y una terraza desde la que Lowry y Aiken se emborracharon. Ahí está la alberca de Bajo el volcán donde el ex cónsul ve a su ex mujer y a su medio hermano conversando sobre su adicción al alcohol. Está llena de agua hasta donde esta exigua temporada de lluvias lo ha permitido: las hojas secas flotando en una especie de lodo. Tiene en el extremo izquierdo una torre como la que se describe en Bajo el volcán, y en cuya barda estaba uno de los tantos letreros que Lowry cita: "No se puede vivir sin amor". La cita ya no existe, sólo en el libro.
Los zanates, esos pájaros que Lowry confunde en la novela con cuervos, discuten en los árboles sobre el atardecer. Me asomo por una ventana rota y toco a la puerta. No parece vivir alguien ahí. Al fondo, alcanzo a ver una mesa de madera roída con un jarrón desportillado encima. Me quedo un rato merodeando mientras fumo -cigarros Alas, los preferidos de Lowry en México- y alcanzo a pensar lo que podría significar para Malcolm volver a esa casa con las enredaderas creciendo fuera de control y el óxido sobre el muro blanco: la vida es sólo otra forma de la muerte, el mal como otra mentira del bien, la embriaguez como una protesta contra el sinsentido, matarse a plazos porque un día nos vamos a morir. O, como diría el cómico Tin Tan, unos años después de que Lowry se fuera de México: "Mátenme porque me muero".
Me meto a la primera cantina que veo para tomarme un mezcal a la salud del loco Lowry. Como todo en Bajo el volcán, en Cuernavaca, en México, la cantina tiene un lema hilarante: "Gentiles son los hombres dados a la ociosidad". La idea del mezcal en Cuernavaca es una transposición literaria de Lowry: lo tomó hasta el delirio en Oaxaca con su amiguete Juan Fernando Márquez, al que le dedica Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.
Les mando un beso los adora su amiga LILY NILY
Sin mas por el momento me retiro a cenar, un filete de atún, sellado a la pimienta en el restaurante Lando
Les mando un cordial saludo no se deje
Ojo el NACO CUCA
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